
La polarización política en Estados Unidos ha alcanzado un nivel extremadamente peligroso, que afecta tanto a demócratas como a republicanos. Desde que Donald Trump entró en política en 2017, se ha hecho evidente un aumento de las amenazas y los ataques.
The assassination of Charlie Kirk is apparently the latest in a string of terrifying acts of political violence in the U.S. “A society that resorts to violence to solve its problems starts to surrender its claim on being a society,” @dgraham.bsky.social writes.
Sin embargo, mientras Trump señala con el dedo acusador a los “izquierdistas radicales”, citando el asesinato de Charlie Kirk y el atentado fallido contra su vida, guarda silencio sobre los ataques contra cargos electos demócratas, incluido el intento frustrado de secuestro de la gobernadora de Michigan, Gretchen Whitmer, y la muerte de Melissa Hortman, una cargo electo demócrata de Minnesota, y su marido.

Es más, no podemos ignorar la brecha entre antes y después de Trump: de 2016 a 2025, las cifras de la Policía del Capitolio de Estados Unidos (USCP, por sus siglas en inglés) muestran un aumento dramático de las amenazas e incidentes dirigidos contra cargos electos estadounidenses.
En 2016, había alrededor de 902 casos abiertos. En 2017, el año en que Donald Trump llegó a la presidencia, esa cifra se había disparado a 3.939, más del cuádruple. A continuación, la tendencia se aceleró: 5.206 en 2018, 6.955 en 2019, y luego un pico de 8.613 en 2020, en plena campaña presidencial.
Récord absoluto
El récord absoluto se alcanza en 2021, con 9.625 casos, ¡el más alto de la historia! Tras descender ligeramente a 7.501 en 2022, el volumen de casos vuelve a subir en 2023 (8.008) y sube de nuevo en 2024 a 9.474, casi al nivel récord de 2021. Aún no se han publicado las cifras completas de 2025, pero los responsables de seguridad del Congreso confirman que el ritmo sigue siendo elevado.
En menos de diez años, el número de amenazas registradas se ha multiplicado por diez, una señal de la polarización política que se está convirtiendo en un peligro físico no solo para los representantes electos, sino también para figuras públicas polarizantes como Charlie Kirk, personalidades mediáticas que han construido su reputación a base de comentarios polémicos y cuyo auge se ha acelerado con la llegada de Trump a la política.

Entre 2017 y septiembre de 2025, muchos políticos y personajes públicos estadounidenses fueron objeto de amenazas, atentados o complots violentos.
Steve Scalise, Barack Obama y Hillary Clinton
A partir de 2017, los ataques se multiplicaron: primero con las amenazas de bomba contra centros comunitarios judíos, orquestadas por Michael Ron David Kadar y Juan M. Thompson, y después con el tiroteo contra congresistas republicanos en un entrenamiento de béisbol, donde el republicano Steve Scalise fue gravemente herido por James Hodgkinson, un feroz opositor a Trump de la izquierda radical.

Al año siguiente, la escalada continuó con paquetes bomba enviados por Cesar Sayoc, partidario de Trump, a figuras demócratas como Barack Obama, Hillary Clinton y Joe Biden, así como a la CNN, y el intento de intimidar a la senadora Susan Collins con una carta empolvada.
Un giro preocupante
En 2019, el caso de Christopher Paul Hasson ilustra un cambio preocupante: un oficial de la Guardia Costera fascinado por Anders Breivik, planeaba un ataque masivo contra demócratas electos como Nancy Pelosi, Chuck Schumer y Alexandria Ocasio-Cortez, así como periodistas de CNN y MSNBC, todo ello motivado por el supremacismo blanco.
Gretchen Whitmer, Mike Pence y Paul Pelosi y Nancy Pelosi
Los años siguientes confirmaron la gravedad del fenómeno: en 2020, un grupo de extrema derecha planeó secuestrar a la gobernadora demócrata de Michigan, Gretchen Whitmer, por hostilidad a las medidas sanitarias relacionadas con Covid.

Durante el ataque al Capitolio del 6 de enero de 2021, varios representantes electos estadounidenses fueron amenazados directamente por partidarios de Donald Trump que trataban de impedir la certificación de la victoria de Joe Biden. Los alborotadores corearon consignas pidiendo “que ahorquen a Mike Pence”, vicepresidente republicano en ese momento, al que acusaban de traicionar a Trump al validar el resultado electoral. Nancy Pelosi, entonces presidenta demócrata de la Cámara de Representantes, también estuvo entre los objetivos prioritarios, con intrusos que buscaban su despacho y gritaban su nombre.

En 2022 aumentaron los ataques físicos, con un intento de agresión con cuchillo contra el republicano Lee Zeldin, amenazas armadas contra la demócrata Pramila Jayapal y un ataque con martillo contra el marido de Nancy Pelosi, Paul Pelosi, motivado por teorías conspirativas de extrema derecha.
Nikki Haley, Marjorie Taylor Greene, Jack Smith y Donald Trump
Los años 2023 y 2024 fueron testigos tanto de una oleada de swattings, que afectó a representantes electos y jueces de todos los bandos (Nikki Haley, Marjorie Taylor Greene, Shenna Bellows, Jack Smith, Tanya Chutkan, Arthur Engoron, Rick Scott, Michelle Wu, etc.), como de graves amenazas contra Joe Biden.
Fue también en 2024 cuando se produjeron dos intentos de asesinato contra Donald Trump: el primero en Butler (Pensilvania), en el que murió un transeúnte y Trump resultó herido, y el segundo cerca de su club de golf en Florida, atribuido a Ryan Wesley Routh, que aún está siendo juzgado.
Josh Shapiro, Melissa Hortman y Charlie Kirk
En 2025, los ataques continuaron con el incendio provocado de la residencia oficial del gobernador Josh Shapiro en Pensilvania, cometido por Cody Allen Balmer, combinando odio personal, motivos antisemitas y referencias al conflicto entre Israel y Gaza.
Unas semanas más tarde, Minnesota sufrió el asesinato de Melissa Hortman, una demócrata electa, y su marido, mientras que el senador John Hoffman y su esposa resultaron gravemente heridos por un asaltante que se hizo pasar por policía.

Después, en septiembre de 2025, el activista conservador Charlie Kirk fue asesinado a tiros en un acto en la Universidad de Utah Valley, una tragedia que aún se está investigando.
Una tendencia importante
Podemos ver que las amenazas y la violencia política en Estados Unidos ya no son incidentes aislados, sino una tendencia importante que no ha dejado de aumentar desde 2017. Afectan por igual a republicanos y demócratas, alimentados por la polarización extrema, la retórica conspirativa y el uso del odio como arma política.

La reacción de Donald Trump a la muerte de Charlie Kirk ilustra a la perfección el dilema: en lugar de llamar al apaciguamiento, señaló directamente como culpable a la izquierda radical, reforzando la idea de un enfrentamiento existencial entre bandos.
Esta lectura selectiva por parte del presidente, que pasa por alto los ataques procedentes de la derecha, corre el riesgo de alimentar aún más el ciclo de violencia y debilita aún más la democracia estadounidense.